Por qué la infraestructura de mercado merece atención
Los grandes índices estadounidenses marcan máximos y el volumen de negociación se acelera. Vayamos a los hechos: cuando el S&P 500 y el Nasdaq suben y registran picos de actividad, no solo ganan las compañías cotizadas; también se benefician las empresas que sostienen la propia arquitectura del mercado: intercambios, plataformas de trading y proveedores de datos.
Invertir en esa infraestructura no es apostar por una acción concreta. Es tomar posición sobre un modelo de negocio cuyo ingreso depende del flujo de operaciones y de la venta de información, no de la evolución del precio de un título en particular. Esto significa que tanto en mercados alcistas como en periodos de alta volatilidad, la demanda de ejecución y de datos puede aumentar, y con ella los ingresos de los operadores de mercado.
¿Cómo gana dinero este sector? Principalmente por comisiones por transacción y por suscripciones a datos. Por cada contrato negociado o por cada paquete de datos en tiempo real, los ingresos se suman. La venta de datos y servicios analíticos es una fuente escalable y con márgenes elevados una vez que la infraestructura tecnológica está instalada. El coste marginal de procesar una transacción adicional es bajo; la palanca reside en el volumen.
La pregunta que surge es: ¿qué protege a estos jugadores? Existen altas barreras de entrada: regulación estricta, necesidades tecnológicas complejas y requerimientos de capital que disuaden a competidores menores. Además, empresas como CME Group, Intercontinental Exchange (ICE) y Nasdaq combinan la escala con ofertas complementarias —compensación, licencias de tecnología, APIs— que crean un foso competitivo difícil de replicar.
¿Dónde reside el crecimiento a largo plazo? En varios frentes: la expansión geográfica hacia mercados emergentes que desarrollan su infraestructura de trading; la inclusión de nuevas clases de activos, como los criptoactivos; y la mejora continua de productos de datos mediante IA y aprendizaje automático. En conjunto, estos vectores ofrecen vías de diversificación y aumento de ingresos recurrentes.
Sin embargo, no todo es viento a favor. Los riesgos son reales. Cambios regulatorios o la introducción de impuestos a las transacciones podrían erosionar márgenes y reducir volumen. La aparición de plataformas alternativas de bajo coste o soluciones descentralizadas en activos digitales también representa una amenaza. La ciberseguridad y las fallas tecnológicas pueden dañar la confianza y la continuidad operativa. Y, por supuesto, una caída generalizada del volumen en periodos de crisis reduciría la facturación.
¿Y cómo acceder a esta temática sin seleccionar una sola acción? Para inversores interesados en una exposición diversificada, las carteras temáticas y ciertos ETFs ofrecen una vía práctica. También es posible optar por exposición indirecta a través de fondos que incluyan a los grandes operadores del mercado. Tenga en cuenta la fiscalidad local: para inversores en España y buena parte de América Latina, los dividendos y plusvalías tienen tratamiento fiscal específico; consulte con su asesor sobre implicaciones y sobre el riesgo divisa si las empresas cotizan en dólares.
La estrategia no garantiza retornos. Pero ofrece una alternativa defensiva y con potencial: ingresos ligados al volumen, fuentes de datos escalables y barreras de entrada que favorecen a los incumbentes. Si busca profundizar en esta idea, puede consultar la cesta temática disponible en este enlace: La apuesta por la infraestructura de mercado: por qué ganan los gigantes del 'trading'.
En resumen, pensar en la infraestructura del mercado es pensar en quien cobra por mover el mercado y por describirlo. Para inversores conservadores que desean exposición estructural al crecimiento de la actividad financiera, esta clase de empresas merece un lugar en el radar, siempre dentro de una cartera diversificada y con gestión del riesgo adecuada.