Gigantes energéticos bajo presión: por qué las acciones de petróleo y gas siguen siendo importantes
La narrativa pública promueve la descarbonización. Sin embargo, la economía real aún mantiene una demanda robusta de petróleo y gas. Vayamos a los hechos: el mercado global del sector vale hoy 6,93 billones de dólares y, según proyecciones, podría crecer hasta 9,22 billones en 2027, con una tasa anual cercana al 4%. ¿Significa eso que las petroleras vuelven a ser la apuesta segura? No exactamente, pero sí que merecen un lugar en la agenda del inversor informado.
La razón principal es sencilla. Muchas industrias dependen de hidrocarburos para procesos que hoy no tienen sustituto competitivo, desde la petroquímica hasta cierto transporte pesado. Además, la expansión del acceso energético en África, Asia y América Latina impulsa demanda adicional. En países de la región, donde la infraestructura eléctrica puede ser irregular, los combustibles fósiles siguen jugando un papel de respaldo esencial.
¿Y cómo responden las grandes compañías? No están apostando todo a lo antiguo. Exxon Mobil, Chevron y BP son ejemplos contrarios al estereotipo simplista: reinvierten gran parte del flujo de caja tradicional en captura y almacenamiento de carbono (CCUS), combustibles renovables y proyectos eólicos o solares. Exxon destina miles de millones a CCUS; Chevron avanza en diésel renovable; BP mantiene su estrategia "Beyond Petroleum" con inversiones en hidrógeno y renovables, financiadas por la caja de sus operaciones convencionales.
Esto significa que el sector se está transformando desde dentro. Al mismo tiempo, existen oportunidades clásicas de inversión: los operadores de infraestructura, los llamados midstream —oleoductos, terminales y refinerías— generan flujos de caja más estables. Cobran por el transporte y el procesamiento, tarifas que no dependen directamente del precio del crudo. Para un inversor que busca ingresos, esa predictibilidad es valiosa: hablamos de compañías maduras con políticas de dividendos sostenidas por generación de caja recurrente.
La tecnología refuerza la tesis. La adopción de IA y mantenimiento predictivo mejora la eficiencia de extracción y reduce costes operativos y ambientales. La IA optimiza rutas, detecta fugas y prioriza mantenimiento, todo lo cual contribuye a una mayor rentabilidad y a menores emisiones por barril producido.
No obstante, la fotografía tiene sombras. La volatilidad de las materias primas puede borrar ganancias en trimestres; las regulaciones ambientales pueden elevar costes o frenar proyectos; las tensiones geopolíticas introducen riesgos de suministro; y la presión ESG puede forzar desinversiones en activos fósiles. ¿La transición energética? Realmente es un riesgo de largo plazo que puede reconfigurar valoraciones.
Para el inversor hispanohablante con horizonte medio-largo y tolerancia al riesgo, el sector ofrece alternativas: exposición a grandes compañías que combinan dividendos atractivos con programas de modernización, y vehículos centrados en infraestructura que priorizan caja estable. Un enfoque equilibrado puede ser prudente: asignar un porcentaje razonable del capital a acciones maduras y a activos midstream, y complementar con posiciones en renovables o empresas que lideran en CCUS.
La pregunta final es obvia: ¿vale la pena incluir petróleo y gas en la cartera hoy? Depende del perfil, pero ignorar completamente el sector por razones éticas o de narrativa puede implicar perder ingresos y exposición a una industria que seguirá siendo relevante en la transición. Como siempre, diversificar, entender los riesgos y evaluar horizonte y liquidez resultan esenciales.
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Aviso: este artículo no constituye asesoramiento personalizado ni garantiza rendimientos. Las inversiones en petróleo y gas implican riesgos, incluida la volatilidad de precios y cambios regulatorios. Considere su situación y horizonte antes de decidir.