El caso HSBC y la inversión en servicios de asesoría legal y gestión de riesgos
El reciente anuncio de HSBC sobre una provisión de 1.100 millones de dólares por un fallo relacionado con el fraude de Madoff pone en primer plano un riesgo que no siempre figura en los modelos financieros: los pasivos legales históricos pueden convertirse en costes significativos y sostenidos. Esa cifra —unos 1.000 millones de euros, aproximadamente— no es solo un impacto puntual en la cuenta de pérdidas y ganancias. Es un recordatorio de que litigios y contingencias pueden generar demanda prolongada de servicios especializados.
Vayamos a los hechos. Un gran banco afectado por un fallo judicial recurre durante años a despachos de abogados, consultoras forenses y expertos en gestión de riesgos. Esto significa trabajo prolongado: investigaciones, peritajes contables, apoyo en cumplimiento y revisiones de gobernanza. Picos de actividad que se traducen en flujos de ingresos recurrentes para las firmas que ofrecen esos servicios. La pregunta que surge es: ¿puede el inversor beneficiarse de esa dinámica sin exponerse a la volatilidad del sector bancario?
Una segunda lectura revela una oportunidad temática clara. Empresas como FTI Consulting (FCN), Marsh & McLennan (MMC) o Aon (AON) están posicionadas para capturar ese gasto corporativo en asesoría. Su ventaja: combinan experiencia forense, relaciones con grandes clientes y capacidad para operar internacionalmente. Además, la complejidad de los casos les permite fijar precios con prima, lo que puede mejorar márgenes cuando la demanda es elevada.
¿Por qué estos negocios son menos cíclicos? Porque el cumplimiento y la gestión de riesgos suelen mantenerse como prioridad incluso en recesiones. Las provisiones millonarias no desaparecen con una desaceleración económica; por el contrario, obligan a los bancos a invertir en mitigación, auditorías y defensa. En lenguaje simple: cuando los problemas salen a la luz, las instituciones pagan por experiencia que no siempre pueden cubrir con recursos internos.
Esto no quiere decir que la inversión sea libre de peligros. La demanda puede ser impredecible: periodos de alta actividad seguidos de calma. Hay riesgos de concentración si una firma depende de uno o pocos clientes grandes. Cambios regulatorios pueden reconfigurar el mercado y la presión competitiva puede erosionar tarifas. También existe el riesgo reputacional si la propia consultora sufre controversias.
¿Cómo equilibrar potencial y riesgo? Para inversores temáticos resulta razonable buscar firmas con ventajas competitivas: presencia internacional, historial en litigios complejos y diversificación por cliente y servicio. También conviene vigilar catalizadores como un aumento de sanciones regulatorias, litigios transfronterizos o inversiones en analítica forense y tecnología legal, que potencian escalabilidad y márgenes.
Un aspecto que no puede ignorarse es la jurisdicción. Reguladores como la CNMV en España o sus homólogos en América Latina pueden elevar exigencias locales que incrementen la demanda de consultoría, pero también introducir matices legales distintos de los de una corte británica o estadounidense. Esto añade complejidad y coste, pero también barreras de entrada para competidores menos preparados.
¿Y qué hacer como inversor? La vía directa —comprar acciones de firmas como FTI, MMC o AON— es válida, pero existen alternativas temáticas y vehículos que permiten exposición sin tomar riesgo bancario directo. Sea cual sea la opción, recuerde: no hay garantías. Este artículo no constituye asesoramiento personalizado. Consulte a un asesor financiero registrado antes de tomar decisiones.
Para profundizar en cómo estas dinámicas influyen en carteras y en ejemplos concretos, puede leer el dossier temático: Acciones con riesgo legal: el caso HSBC muestra los escollos de la banca.