por qué las patentes crean fosos en biotecnología
Las disputas sobre patentes en biotecnología ya no son solo pleitos legales: son señales del valor económico que confiere controlar una tecnología fundacional. Vayamos a los hechos. Una patente bien formulada ofrece un monopolio temporal —hasta veinte años— sobre un producto o proceso. Esto significa que, además de ventas directas, su titular puede generar ingresos recurrentes por licencias durante años. ¿Suena abstracto? Piense en mRNA o en la edición génica: plataformas que pueden servir para múltiples fármacos y socios comerciales.
Las tecnologías plataforma, como el mRNA y las distintas variantes de edición génica, funcionan como fosos de propiedad intelectual. No protegen solamente un medicamento puntual; protegen el conjunto de procesos, know‑how y métodos de fabricación que hacen posible que esos medicamentos existan y se produzcan a escala. Esa multiplicidad de aplicaciones facilita acuerdos de licencia y colaboraciones con grandes farmacéuticas y centros de investigación, lo que puede traducirse en flujos de ingresos menos dependientes del éxito de un único ensayo clínico.
Por eso observamos pleitos entre gigantes como Pfizer y empresas nativas de mRNA —incluyendo a Moderna y BioNTech— que no son solo batallas jurídicas, sino pugnas por el control de mercados multimillonarios. La existencia de litigios subraya una idea sencilla: hay mucho dinero en juego cuando la propiedad intelectual es la base de una tecnología disrupting. Una patente fundacional en edición génica o mRNA puede suponer royalties durante su vida útil, y la llegada de técnicas de próxima generación —como base editing o prime editing— abre nuevas zonas de patente y, por tanto, nuevas oportunidades de monetización.